Cuando, con trece años, Naoki Higashida empezó a comunicarse a través de una parrilla de ideogramas diseñada por su madre, estaba haciendo historia. Nunca antes un niño aquejado de un grado de autismo tan severo había conseguido expresarse. Naoki consigue traducir su experiencia a un lenguaje comprensible para cualquier lector a través de preguntas como: ¿por qué los autistas habláis tan alto y tan raro?; ¿por qué os gusta poner vuestros coches de juguete en fila?; ¿por qué saltáis? Sus respuestas son optimistas y transmiten alegría de vivir, ternura y, sobre todo, nos presentan a alguien admirable de quien hay mucho que aprender.
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