Carlos Lanza ha ejercido la crítica en el campo de las artes plásticas durante 27 años. Las ocasiones puntuales aparecen registradas con los nombres de «Viceversa», «El gran vidrio» y «Pasos en el viento» en El Heraldo, en diferentes momentos entre 1998 y la actualidad. En ese diario Lanza ha tenido espacio para mostrar públicamente su «toma de pulso» de la producción artística en Honduras. Su enfoque, siempre desde la universalidad, sin ceder a la manía del localismo complaciente, con un afinado sentido crítico y suficientes referentes que permiten sostener un discurso sólido a lo largo del tiempo, constituye, a la vez, una luz para guiar en el camino, en ameno diálogo, a quienes reconozcan en él la figura de un maestro, y una mirada que invita a poner atención en lo que la obra, por su naturaleza artística, no puede revelar sin rebajarse. Pocos se atreverían a escribir un libro como éste, conformado por 27 textos —la mayoría inéditos hasta ahora— que abordan temas como la identidad, la libertad creativa, el rigor conceptual, el riesgo en la creación y la calidad —o la falta de ésta— en las obras expuestas en las bienales del país, entre otros, pues al hacerlo prescinde del miedo pueblerino y, en cambio, le sobra valor para otorgarle a las imágenes las palabras justas, además de conocimiento y experiencia, que es lo que se le debe pedir a un buen crítico.
En contextos como el de Honduras, donde predomina la subjetividad sobre el rigor analítico, dedicarse a ese «ejercicio del criterio», como le llamó Benedetti, resulta una tarea ardua, que sólo puede verse impulsada por la libertad, la valentía y unos principios estéticos derivados del estudio continuo del arte y de la observación del mundo, de la vida y de la condición humana con esa «mirada otra» que Carlos Lanza demuestra poseer con suficiencia en este libro.